viernes, 10 de abril de 2015

LA HUMILDAD EN LA FAMILIA



LA HUMILDAD EN LA FAMILIA


Ante un hombre contemporáneo que vive alejado de Dios y de sí mismo hoy en día es sumamente necesario recordar la importancia de vivir las llamadas virtudes fundamentales, entre ellas la humildad.





¿Qué es la Humildad?

“La humildad no es otra cosa que andar en verdad, caminar según la realidad auténtica y objetiva. Por ello, no se trata de menospreciar o negar el valor de la persona humana como tampoco exaltarlo de manera ilusoria, falseando o distorsionando su dignidad. En este sentido, la soberbia y la vanidad se oponen a esta virtud. Se trata de reconocer y aceptar la condición humana con todo lo que lleva de fragilidad y grandeza, de miseria y dignidad, como misterio insondable cuya verdad nos trasciende”. 

Se trata entonces de ser objetivos y realistas aceptándonos tal como somos, aceptando nuestra historia personal, los padres que tenemos, nuestro físico, nuestra realidad socio-económico, etc. Es muy importante admitir que tenemos talentos y virtudes pero que también tenemos fragilidades y defectos. Se trata de tener una visión objetiva, integral y realista de cada uno de nosotros. Ser humilde entonces significa aceptarme tal como soy con mis cosas buenas pero también con mis limitaciones.

Esta virtud de la humildad resulta indispensable en nuestra vida cristiana, en el seguimiento fiel de Jesucristo. No se entiende como alcanzar la plena conformación con el Hijo de María si se prescinde del fundamento de la verdad. Sólo partiendo de una conciencia clara de nuestra propia realidad podemos acoger la gracia y orientar rectamente nuestros dinamismos fundamentales de permanencia y despliegue viviendo el amor a Dios y la caridad universal a los seres humanos.

“La humildad nos conduce por la senda de la verdad y de la paz auténtica, pues nos sitúa en las coordenadas correctas de nuestra propia identidad. Pero cuando decimos que la humildad es andar en Verdad estamos afirmando dos dimensiones que se complementan. Por un lado está esa dimensión de la verdad que brota del encuentro con uno mismo, por el que constatamos nuestra radical insuficiencia y nuestra apertura a lo trascendente. Pero, por otro lado, afirmamos también la verdad sobre el hombre que sólo el Señor Jesús, Verbo Encarnado, nos puede revelar. De esta manera, andar en Verdad no afirma simplemente la autoconciencia que brota de la experiencia vital, sino también el encuentro revelador con el Hijo de María que es "la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1, 9)”. (Camino Hacia Dios No.49)

La humildad y la aceptación personal nos conducen también a la aceptación del otro, de los demás tal como son, como seres únicos e irrepetibles y distintos. “El otro” es un Hijo de Dios con muchas virtudes pero también con distintas fragilidades, se trata entonces de asumir que esa persona es así y que yo estoy invitado a quererlo y respetarlo.

En este contexto es importante recordar que aceptar no es lo mismo que estar de acuerdo. Yo estoy invitado a aceptar a mi hermano con tal o cuál defecto, a quererlo, amarlo y ayudarlo pero ello no quiere decir que esté de acuerdo con dicho defecto o con esa manera de ser.




¿Cómo Vivir la Humildad en Familia?

1. Aceptando incondicionalmente a cada uno de los miembros de mi familia.

2. Valorando integralmente a cada integrante de la familia como un ser único, distinto e irrepetible.

3. Acogiendo y amando “al otro” como Hijo de Dios y miembro de mi familia. 

4. Respetando y valorando las diferencias entre los unos y los otros. Esto nos llevará a alegrarnos porque “el otro” es distinto a mí y enriquece a la familia.

5. Realizando primero un esfuerzo por escuchar al otro antes que pretender que me escuchen a mí.

6. Ayudando a mi familiar en sus labores cotidianas; saliendo al encuentro del otro en el día a día de manera que encuentre apoyo en su trabajo o estudio diario.

7. Cuándo veo algo mal en algún miembro de mi familia estoy invitado a hacerme el espacio para comentárselo y decírselo de manera adecuada y en el mejor momento.

8. Cuándo me critican y me señalen cosas por mejorar; admitir y aceptar dichas correcciones con sencillez y transparencia.


Se trata entonces de avanzar en una existencia virtuosa y humilde, se trata de ayudarnos los unos a los otros, juntos es más fácil. La familia cristiana es una auténtica escuela de virtudes y de humildad, cada miembro de la familia es muy importante y es para los otros un aliento de vida cristiana y de esfuerzo cotidiano por vivir la humildad en la vida cotidiana.




La humildad

Es la actitud que no otorga prioridad a las riquezas materiales, Físicas o visibles. Es la situación, que tampoco presta atención, o se deja envanecer, por halagos que se hagan por ocupar posiciones cimeras., por tener riquezas económicas, por tener fama o porque tenga lugar sobresaliente en la sociedad en la que se desenvuelve. Es la postura que no permite que le afecte la lisonja de los demás. La persona humilde no se considera sobresaliente en la sociedad ni piensa que lo que hace sea suficientemente digno como para ser considerado fuera de lo común.

La humildad representa el recato, la modestia, la reserva, la sencillez, la paciencia, la vergüenza, servicio , es amor. Es la humildad la gestora del amor, la fraternidad y la paz entre los seres humanos. No basta con predicar amor, ni fraternidad, ni paz si en la vida cotidiana se actúa con egoísmo y se practica, la soberbia, la grosería y el orgullo.

La humildad es inherente a la ecuanimidad. Afronta los conflictos para resolverlos. No los evade ni confronta. Enfrenta los problemas. No es parte de ellos, es parte de la solución.

La actitud humilde es amorosa es empática. Es tolerante y honesta, por eso lucha contra las situaciones de antivalores y consumismo que vive la sociedad. Representa la caridad. es cooperativa. Da significado e importancia al grupo al que pertenece y colabora para su mejor desarrollo. Tiene pensamientos positivos. Entiende que la competencia es necesaria cuando no es contra los demás sino consigo mismo.

La humildad no es un estado pasivo. Es actividad. no se proclama ni se anuncia. Tampoco se muestra ni se demuestra. Ella sola se irradia.

El humilde lucha por el bien común. No es una isla es un ser netamente social.

La humildad siendo un valor, también tiene valor en el sentido de ser valiente. Los humildes no son cobardes. Por lo que no debe confundirse la humildad con el estado de miseria ni de flojera ni de timidez.




LA HUMILDAD EN LA SOCIEDAD



HUMILDAD

Es la virtud por la cual se puede alcanzar el anonimato a partir de un proceso de dilución en la Vida e identificación con la totalidad. Se acompaña habitualmente con el servicio y se identifica con la ausencia de importancia personal. La humildad surge cuando se le sustrae al ego su protagonismo.

Es una bella cualidad, muy poco extendida en una sociedad que se orienta hacia la apariencia, lo superfluo, la vanidad y el “escaparatismo”. La humildad es modestia, sencillez, y muestra al ser humano sin afectación, apacible, libre de la soberbia y del egocentrismo. Surge del conocimiento de los propios defectos y del límite de las propias fuerzas, y no permite exagerar el mérito propio ni ensalzarse sobre los demás. No consiente despreciar a nadie e inclina a escuchar el consejo y el ejemplo de todos, incluso de los inferiores.

La humildad no tiene nada que ver con el andar en busca de aplausos, ni con saborear el humo de la lisonja. Ninguna persona que en verdad sea humilde piensa en términos de acercarse a la perfección ni en las ventajas que unas personas puedan llevar sobre otras en el andar del camino espiritual.


LA IMPORTANCIA DE LA HUMILDAD EN LA SOCIEDAD

Aquellos que no practican la humildad poseen un sentido excesivo de su propia importancia, ya sea en un empleo, en una relación, o en la sociedad. Sin humildad te vuelves orgulloso. El orgullo lleva a la envidia o a los celos debido a la creencia de que los otros no deben tener más que tú. La falta de humildad muestra una falta de respeto hacia las personas con las que convives y esto afecta las relaciones que posees.



Pretensión
Basándose en las enseñanzas judías, la gente humilde está libre de envidia y esto reduce su ansiedad, descontento e infelicidad. En el libro "Código de ética judía" (“A Code of Jewish Ethics”), Joseph Telushkin escribe: "Debido a que las personas humildes no consideran que son superiores a los otros, o que merece más que ellos, son menos propensas a poseer una actitud pretenciosa". Explica también que la pretensión lleva a la envidia y la falta de satisfacción en la vida, puesto que no posees lo mismo que otros.

Decisiones
Practicar la humildad lleva a tomar mejores decisiones. Aquellos que están llenos de orgullo suelen ignorar los consejos e ideas de los demás. En el libro "Espiritualidad para Dummies" (“Spirituality for Dummies"), Sharon Janis escribe, " Al poseer humildad, tienes la mentalidad para considerar todas la ideas que se cruzan en tu camino, ya que tu guía proviene del interior, de un estadio sagrado de sumisión, fe, y aceptación propia". La humildad se lleva la necesidad de atenerse, de comparar nuestra opinión con la de otros o de eclipsarlos con nuestras ideas, lo cual puede llevarnos a perder una oportunidad.



Espiritual
Muchas religiones consideran la humildad como centro de sus enseñanzas. Por ejemplo, el cristianismo y el judaísmo requieren que sus seguidores encarnan la humildad para completar su viaje espiritual. En el libro "Terapia sagrada" (“Sacred Therapy”), Estelle Frankel escribe: "Por otro lado, no se puede estar completo a menos que sepamos como rendirnos ante nosotros mismos, de esta forma quizás experimentemos unidad con todas las cosas". La humildad te abre las puertas de la autopercepción, y te ayuda a recibir los dones del ser espiritual en el que crees; además te ayuda a volverte uno con el medio ambiente si sigues algunas de las religiones orientales.
Crecimiento

La humildad te ayuda a identificar tus limitaciones. Al hacer esto puedes realizar cambios y crecer como persona. En el libro "Inclinarse ante la vida" (“Bow to Life”), Joseph Cardillo explica: "Si absorbes el conocimiento fácilmente, creces más rápido, y el éxito llega más pronto". Evitas herir a la gente con tu ego; ésto hace que mejoren tus relaciones y amistades. Las relaciones nuevas y saludables pueden convertirse en oportunidades.


viernes, 27 de marzo de 2015

EL VALOR DE LA HUMILDAD EN UNA EMPRESA

El valor de la humildad en el liderazgo actual

"Saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad."- Lao-tsé (570 aC-490 aC)




Cualidades vitales de un líder
La humildad es una de las cualidades vitales para un líder para nosotros en el área contable Globenatural Internacional. Nos gustaría resaltar los siguientes puntos en este tema tan popular:

Un líder debe tener el tipo de humildad que le permita escuchar a sus clientes internos, externos y buscar ideas afuera de él.

Debe ser humilde al momento de afrontar la complejidad, especialmente hoy en día cuando la movilidad y la tecnología tienen a todo mundo suponiendo o especulando que hacer. Los líderes no pueden basarse en que sus ideas o predicciones son correctas, necesitan percibir los cambios mientras estos ocurren para tener la capacidad de reaccionar oportunamente.

En un equipo de trabajo, donde las responsabilidades son diversas; los líderes deben aceptar humildemente que sus perspectivas necesitan ser ampliadas por otros.

La humildad no significa que seas callado, o que te falte el coraje para decir lo que piensas. 

La humildad y el coraje son cualidades que preparan al líder cuando las situación son difíciles. Esto les permite saber que las cosas no siempre son fáciles. Por lo mismo la humildad les permite poner su contribución en perspectiva. Significa que como líder tú sabes que tu rol en la compañía es realmente servir. 

Esta perspectiva y humildad permite al líder apreciar cuanto depende de otros para realizar su trabajo y que solo juntos podrán llegar a los objetivos establecidos de la organización. 

Un líder no es un profesional haciendo su propio trabajo, sino que se maneja para que sean otras personas las que lo ayuden a hacer que las cosas sucedan. 

En Globenatural Internacional estamos en pro de un liderazgo humano, basado en el desarrollo de capacidades compartidas. 

Una de las condiciones necesarias para aprender y mejorar es tener el valor de la humildad. 

Los resultados de una compañía son tan importantes como mejorarlos en forma sostenida en el tiempo. Para ello la clave es cultivar una cultura sustentada en valores trascendentes. Esto no es posible sin humildad e implica una elección clave para la supervivencia organizacional. 

El dilema de cuidar los resultados o cuidar a la gente nos enfrenta a una elección que pone a riesgo el propio negocio, como lo demuestra el hecho de que un gran porcentaje de la empresa Globenatural Internacional tienen una expectativa de vida equivalente a la mitad de la de un ser humano. Para disolver este dilema tenemos que descubrir de una vez por todas que si no cuidamos a la gente no estaremos atendiendo la efectividad en los resultados. 

La política de cuidar sólo los resultados es como una enfermedad autoinmune que atentará contra la vida misma de la empresa erosionando los mismos resultados que se pretende generar. La soberbia es para el crecimiento de las empresas una de las patologías más destructivas. No hay mejor estrategia de negocio a largo plazo que cuidar los valores humanos con humildad. 


Para concluir traigo la frase de Mahatma Gandhi: 

“Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la razón.

Si me das éxito, no me quites la humildad.

Si me das humildad, no me quites la dignidad

Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.

Enséñame a querer a la gente como a mí mismo y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. 

Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. 

Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza. 

Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso, si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar. 

¡Señor…..si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mí!” 














viernes, 20 de marzo de 2015

PASOS PARA CULTIVAR LA HUMILDAD EN EL TRABAJO



La humildad es una virtud que se opone a la soberbia.

Pero algunas personas tienen una imagen tan destructiva del mundo de la empresa, y del trabajo, que no se permiten ser ellas mismas desde la humildad. Es decir, viven a la defensiva, se protegen constantemente de los demás como si se relacionarán con el enemigo.



¿Cómo puedes poner en práctica el valor de la virtud en la empresa?



En primer lugar, teniendo una visión humanista del lugar en el que trabajas. En una empresa no sólo importan los resultados sino también, las personas que componen el equipo de trabajo.




Aquí tienes algunas claves para poner en práctica el valor de la humildad:

1) En primer lugar, deben pesar en los beneficios emocionales que te reporta la humildad. Te sientes mucho mejor contigo mismo y además, tu autoestima crece. Simplemente, se trata de mostrarte tal y como eres. Algunas personas tienen una personalidad disociada de tal forma que se muestran de diferente forma dependiendo del contexto en que se encuentran. Debes ser igual de asertivo en familia como en la oficina.


2) Practica los actos puros, es decir, actos que no están bañados por ningún tipo de interés secundario. Haz cosas que te salen del corazón, sin esperar, nada a cambio. Ayuda a tus compañeros de trabajo, por ejemplo.

3) Cuando te equivoques, pide disculpas. Y vuelve a empezar con más fuerza y energía.

4) Asume con naturalidad que siempre habrá personas que estén más preparadas o que sean más competentes. En este contexto, es importante ser humilde cuando ascienden a un compañero en la empresa.

5) Por otro lado, la humildad también potencia la libertad en la toma de decisiones. De forma curiosa, muchas veces, las personas de más éxito son las que tienen más humildad.

martes, 17 de marzo de 2015

VALOR DE HUMILDAD II

EXAMEN DE CONCIENCIA SOBRE LA HUMILDAD



¿Me doy cuenta y tengo siempre presente que nada soy y nada puedo?

¿Consiento pensamientos de engreimiento, vanidad y auto-suficiencia, tales como: “qué bueno(a) soy”, “qué bien hice esto”, “qué capaz soy”, etc.,

¿Busco de los demás aprobación y reconocimiento?

¿Me doy yo mismo aprobación y reconocimiento?

¿Hablo siempre de mí y de mis cosas?

¿Me gusta llevar la voz cantante?

¿Me molesto ante críticas, ataques y humillaciones?

¿Acepto y reconozco mis faltas cuando soy corregido o creo yo tener la razón?

Cuando sirvo, ¿me proyecto yo mismo?

Cuando hablo ¿soy mi propia fuente de inspiración?

¿Trato de llamar la atención con mi supuesta “sabiduría”?

Definición:
Reconocer nuestras debilidades, cualidades y capacidades y aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo.

Tema:
El valor de la humildad ayuda a las personas a contener la necesidad de decir o hacer gala de sus virtudes a los demás. Una persona que vive la humildad hace el esfuerzo de escuchar y de aceptar a todos. Cuando más aceptamos, más se obtendrá el cariño y reconocimiento, porque una palabra dicha con humildad tiene el significado de mil palabras agradables.

Humildad es aceptar las cualidades con las que nacemos o desarrollamos, desde el cuerpo hasta las posesiones más preciadas. Por tanto, debemos utilizar estos recursos de forma valiente y benevolente. Ser humilde es dejar hacer y dejar ser, si aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas, intelectuales y emocionales de los demás. Por tanto, el signo de la grandeza es la humildad. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable. En la medida en que somos humildes, adquirimos grandeza en el corazón de los demás.

El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad; cuanto más humilde, mayores logros obtendremos. No puede haber beneficio para el mundo sin la humildad. Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes, por negativos que éstos sean; nunca dirán “no era mi intención decirlo”, según la actitud, las palabras reflejarán eso, entonces debemos cuidar nuestras palabras para no lastimar sin desearlo. Cuando expresemos una opinión debemos hacerlo con el corazón y mente abierta para aceptarlas particularidades, la fortaleza y la sensibilidad de uno mismo y de los demás.

Para ser humildes, necesitamos ser realistas, conocernos a nosotros mismos tal como somos. Únicamente así podremos aprovechar todo lo que poseemos para obrar el bien. Siempre encontramos cosas en nuestra propia persona que no nos gustan, capacidades que no estamos aprovechando o cualidades que no estamos desarrollando. Lo importante es aceptar la situación e intentar luchar por superarse día a día.


Cómo podemos desarrollar la humildad


Lo podemos lograr si...
  • Aprendemos a aceptar las capacidades de los demás.
  • Reconocemos la propia realidad, sin caer en la arrogancia.
  • Somos sencillos, sinceros y veraces.
  • Pedimos ayuda cuando la necesitamos y reconocemos que no somos autosuficientes.
  • Escuchamos a los demás y dejamos de hablar de nosotros mismos.

Pienso positivamente
  • “El saber, es orgullo de haberse esforzado tanto”.
  • “La sabiduría deber ser sinónimo de humildad”.
  • “Me olvido de mí mismo, para darme generosamente a los demás”.

Para reflexionar

  • Decálogo de la humildad
  • Elimina la soberbia, cultiva el espíritu positivo hacia los demás.
  • No permitir que tus actitudes o palabras ofendan a otros.
  • Estar en armonía es el mejor regalo; sonríe y mira a todos con cariño.
  • Cuida tu lenguaje. No hables para criticar, ni siquiera con el fin de agradar.
  • Haz de la humildad una clave de tu vida y el resultado será una buena autoestima.
  • Reconoce la realidad y esfuérzate por ser mejor.
  • Elige a tus amistades por tus afinidades.
  • Resalta los aspectos positivos en los demás, minimiza sus debilidades.
  • No te sientas superior a nadie.
  • Aprecia otras virtudes para fortalecer la humildad: la modestia, la sobriedad, la mesura, etc.

Que implica la humildad en la familia:

  • Agradecer los buenos consejos que hicieron posible las buenas decisiones que hicieron posible los éxitos.
  • Mostrar gratitud a las personas que nos dedican su tiempo y esfuerzo.
  • Ser transparente unos con otros, reconociendo y apreciando a quien nos ayuda sin decirlo.
Aprender a sostenerme firma solo.

viernes, 6 de marzo de 2015

PERSPECTIVA TEOLÓGICA DE LA HUMILDAD




En las sagradas escrituras tenemos las siguientes citas bíblicas:

1. Salmos 45:4: En tu gloria sé prosperado; Cabalga sobre palabra de verdad, de HUMILDAD y de justicia, Y tu diestra te enseñará cosas terribles.

2. Proverbios 15:33: El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; Y a la honra precede la HUMILDAD.

3. Proverbios 22:4: Riquezas, honra y vida Son la remuneración de la HUMILDAD y del temor de Jehová. 

4. Hechos 20:19: sirviendo al Señor con toda HUMILDAD, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; 

5. Efesios 4:2: con toda HUMILDAD y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,

6. Filipenses 2:3: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con HUMILDAD, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 

7. Colosenses 2:18: Nadie os prive de vuestro premio, afectando HUMILDAD y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, 

8. Colosenses 2:23: Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en HUMILDAD y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne. 

9. Colosenses 3:12: Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de HUMILDAD, de mansedumbre, de paciencia; 

10. 1 Pedro 5:5: Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de HUMILDAD; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.

11. Job 5:11: Que pone a los HUMILDES en altura, Y a los enlutados levanta a seguridad; 

12. Salmos 10:17: El deseo de los HUMILDES oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído,

13. Salmos 22:26: Comerán los HUMILDES, y serán saciados; Alabarán a Jehová los que le buscan;
Vivirá vuestro corazón para siempre.

14. Salmos 25:9: Encaminará a los HUMILDES por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera.

15. Salmos 147:6: Jehová exalta a los HUMILDES,Y humilla a los impíos hasta la tierra.

16. Salmos 149:4: Porque Jehová tiene contentamiento en su pueblo; Hermoseará a los HUMILDES con la salvación.

17. Proverbios 3:34: Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, Y a los HUMILDES dará gracia.

18. Proverbios 11:2: Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; Mas con los HUMILDES está la sabiduría. 

19. Proverbios 16:19: Mejor es humillar el espíritu con los HUMILDES Que repartir despojos con los soberbios. 

20. Isaías 29:19: Entonces los HUMILDES crecerán en alegría en Jehová, y aun los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel. 

21. Isaías 57:15: Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los HUMILDES, y para vivificar el corazón de los quebrantados. 

22. Amós 2:7: Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los HUMILDES; y el hijo y su padre se llegan a la misma joven, profanando mi santo nombre. 

23. Sofonías 2:3: Buscad a Jehová todos los HUMILDES de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová. 

24. Lucas 1:52: Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los HUMILDES. 

25. Romanos 12:16: Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los HUMILDES. No seáis sabios en vuestra propia opinión.

26. 2 Corintios 7:6: Pero Dios, que consuela a los HUMILDES, nos consoló con la venida de Tito; 

27. Santiago 4:6: Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los HUMILDES.

28. 1 Pedro 5:5: Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los HUMILDES.




MEGALOMANÍA, ROSTRO MODERNO DE LA SOBERBIA

La soberbia es la pretensión del hombre de tener autonomía absoluta sobre el bien y sobre el mal. Tendencia ya presente en los orígenes de la humanidad, no consiste en el deseo de ser "grandes", sino en jactarse de conseguir esa grandeza con las propias fuerzas. Se presenta bajo varias formas, siendo las más graves los vicios contra las virtudes teologales: la negativa a creer, esperar y amar; las menos graves son el exagerado cuidado de sí mismo, la susceptibilidad, el desprecio de la vida ajena, atribuirse virtudes que no se poseen, ufanarse de las que se poseen, subestimar la bondad de los demás o exagerar sus defectos... La soberbia aleja de la verdad; santo Tomás observa que los soberbios pierden la relación afectiva con la verdad: "al complacerse en su excelencia, desprecian el valor de la verdad" (S. Th., II-II, q. 162, a. 3, ad 1). D. Bonhöffer añade: "Existe una verdad satánica. Su naturaleza consiste esencialmente en negar todo lo que es real, adoptando las apariencias de la verdad. Vive del odio contra la realidad, contra el mundo que Dios ha creado y amado... La verdad de Dios juzga lo creado por amor; en cambio, la verdad de Satanás lo hace por envidia y por odio" (Ética, 261). El hombre dominado por la soberbia raramente alaba, le gusta criticar, difícilmente pide y más difícilmente aún agradece y casi nunca reconoce su culpabilidad. La ética laica de hoy no conoce la humildad, y por lo tanto tampoco la soberbia; habla sólo de megalomanía, que coincide con la soberbia si es una actitud interior, y con la vanidad si es una actitud exterior.


EDUCACIÓN EN LA HUMILDAD

La conditio sine qua non de la educación en la humildad cristiana es la presentación íntegra de ella. El educador debe afinar la sensibilidad del educando a los dones divinos naturales y sobrenaturales y guiarlo al conocimiento de sus propios defectos y pecados. Debe enseñar a orar pidiendo perdón y dando gracias, porque en la oración personal y comunitaria es donde se infunden los actos propios de la auténtica humildad cristiana. El educador debe sacar a la luz el mal para combatirlo, pero más aún debe premiar y alabar el bien para evitar el predominio del aspecto negativo. Es preciso que la educación en la humildad cristiana se base en la evidencia de la total dependencia de Dios en todas las dimensiones de la vida presentada en la perspectiva de la historia de la salvación, que tiene su punto central en Cristo y su realización en la Iglesia por medio del Espíritu Santo.


NOTABLEMENTE LA HUMILDAD DESDE LA PRESPECTIVA TEOLOGICA ES TRASCENDENTAL ENSALZA Y ENALTECE AL HOMBRE.


SENTIDO FILOSÓFICO DE LA HUMILDAD. 


Es una cuestión de valores, es decir axiológica, en donde, el hombre en su postura filosófica percibe el mundo o tiene una concepción de la realidad basada en la sabiduría y verdad lejos de toda enajenación.

Al entender su situación en el mundo o en el universo o dentro de la naturaleza, Y FRENTE A DIOS, entiende su condición de necesitado, de frágil, de cuitado, Y QUE ES UN POLVILLO EN EL INMENSO UNIVERSO, que no es más que un insignificante ser vivo pero que a la vez es la conciencia de la naturaleza, y con tal tiene que conducirse ante los demás, ante la sociedad, ante el universo, y ante Dios principalmente. NO SOMOS PODEROSOS PARA ENGREIRNOS NECIAMENTE DE ARROGANCIA, ALTIVEZ. He ahí la humildad, hace que todo sabio se ubique. Como en sus días lo hiciera los filósofos socráticos: "CONOCE TU REALIDAD Y ALCANZARAS LA SABIDURÍA"

La humildad no es una virtud reconocida como tal en todos los sistemas filosóficos. Más aún, en no pocas filosofías se le ha cuestionado hasta el punto de considerarla un vicio en la medida en que representaría una debilidad para afirmar el propio ser. Como en todo, la verdad es muy simple, una única virtud puede llevarnos al vicio, y por ello, todas y cada una de ellas tienen que ir acompañadas de sus hermanas mayores y en muchos casos de las menores. Desde la perspectiva de la evolución espiritual (y en cada ocasión concreta acompañada de las otras herramientas universales que correspondan) la humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo. Ninguno de los grandes filósofos griegos (Sócrates, Platón ni Aristóteles) elogió la humildad como una virtud digna de practicarse, ya que nunca llegaron a desarrollar un concepto de Dios lo suficientemente rico para poner de manifiesto la pequeñez del ser humano. En Occidente, es sólo a partir del advenimiento del cristianismo que esta virtud llegar a ser considerada el fundamento imprescindible de toda moral cristiana. Es por ello que para Nietzsche, que no comulgaba precisamente con dicha doctrina, la humildad no puede significar más que una bajeza, una debilidad de instintos propia de quien actúa inspirado por una moral de esclavos. Para su idea moral del superhombre, en cambio, a la sombra de la humildad hay que oponer la claridad de la altivez, tan alabada por los griegos y desde luego, por Nietzsche. La verdad de este dilema, sin duda, se encuentra en nuestro interior. Sin embargo, la filosofía de Oriente, que ha alcanzado un desarrollo espiritual mucho más significativo que la de Occidente, nunca dudó en asignarle un papel relevante dentro de las virtudes del sabio. Así, los verdaderos maestros de la sabiduría mística del Oriente ascendieron a sus más altos niveles de conciencia trascendiendo su ego, transformándose en seres universales al fundirse con el río del mundo. Pero para todos ellos los primeros peldaños del sendero estuvieron hechos de humildad.

Más aún, la humildad es requisito indispensable del verdadero aprendiz, del verdadero discípulo, pues mucha de la disciplina de éste deberá estar basada en la conciencia de lo limitado de su conocimiento para precisamente, en razón de esta carencia, buscar activamente llenarse de él, ya sea a través de los maestros, del impulso a la meditación, del diálogo con sus semejantes o de la investigación personal. La mente humilde es receptiva por naturaleza y por lo mismo es la que mejor está dispuesta a escuchar y a aprender. En el caso opuesto está la mente arrogante que por saber mucho de algún tema se cree capaz de discernir asuntos sobre los cuales no conoce ni los principios más básicos, creyendo estar preparada para emitir juicios válidos sobre cosas de las que no tiene ni la más remota idea. En esta carencia de reconocimiento de los límites de su conocimiento, el arrogante construye su ilusión de ser más importante que los demás. Habitualmente el arrogante incurre en la crítica destructiva que sólo puede conducir al territorio de las hostilidades, pero que no ayuda a nadie.

El verdadero humilde considera siempre que las experiencias de la vida son posibilidades abiertas para aprender cada vez más. En su comprensión considera que el camino de la sabiduría es casi infinito, por lo cual, no corresponde en ninguna etapa de nuestro desenvolvimiento presumir de sabios o eruditos. La humildad como conciencia de nuestra falibilidad esencial nos hace más fácil la tarea de reconocer nuestros errores, fundamento de nuestros ulteriores perfeccionamientos. Mientras el soberbio pierde su tiempo criticando o intentando impresionar a los demás, el humilde sigue rectilíneo su camino de progresión espiritual, sin temer recurrir a la ayuda o a la orientación de quienes están más avanzados en el sendero.

Ser humilde es permitir que cada experiencia te enseñe algo y desde ahí, desaparecen miedos y sufrimientos.


LA HUMILDAD (La reina de todas las virtudes) EL SIGNIFICADO DE LA VIDA

La humildad no es un concepto, es una conducta, un modo de ser, un modo de vida. La humildad es una de las virtudes más nobles del espíritu. Los seres que carecen de humildad, carecen de la base esencial para un seguro progreso. Las más bellas cualidades sin humildad, representan lo mismo que un cuerpo sin alma.

La humildad es signo de fortaleza. Ser humilde no significa ser débil y ser soberbio no significa ser fuerte, aunque el vulgo lo interprete de otra manera.
La humildad es la más sublime de todas las virtudes admirables. Virtud sin humildad no es virtud. El que posee la humildad en alto grado, generalmente es poseedor de casi todas las virtudes, pues la humildad nunca se encuentra sola. Ella es aliada inseparable de la modestia y forma una trilogía con la bondad.

La humildad nos hace tolerantes, pacientes y condescendientes con nuestros semejantes. Es la mansedumbre, la prudencia, la paciencia, la fe, la esperanza.

La humildad es signo de evolución espiritual. El humilde es un ser que ya ha limado muchas de sus impurezas e imperfecciones. Si algún acontecimiento sacude violentamente su espíritu, el humilde sabe recibir los golpes de la vida con fe y resignación y pronto su alma encuentra el alivio necesario.


LOS BENEFICIOS DE LA HUMILDAD


1. Quien aprende a realmente ser humilde, logra vivir una vida más feliz.

2. Al estar en armonía con uno mismo, se está dispuesto a mostrar honor y aprecio hacia otras personas. Valorarse a sí mismo trae aparejado valorar a los demás.

3. La humildad crea serenidad y tranquilidad

4. Con humildad se desarrolla la capacidad de admitir las equivocaciones, ya que se elimina el miedo a sentir que uno no vale nada. Al conocerse a sí mismo, la crítica se transforma en una posibilidad de crecimiento.

5. Con humildad, es más fácil perdonar a otros rápidamente.

6. Humildad es apreciar lo que tenemos, es tener conciencia de que todo es un regalo.


miércoles, 25 de febrero de 2015

HUMILDAD



Humildad es la virtud que consiste en conocer las propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo a tal conocimiento. El término proviene del vocablo latino humilitas.



Podría decirse que la humildad es la ausencia de soberbia. Es una característica propia de los sujetos modestos, que no se sienten más importantes o mejores que los demás, independientemente de cuán lejos hayan llegado en la vida.



I. INTRODUCCIÓN.

Ninguna virtud ha sido tan discutida en la historia del cristianismo como la humildad. Las mayores dificultades surgieron en el período de la reforma, en el siglo pasado y a principios del nuestro por parte de los maestros de la sospecha (K. Marx, F. Nietzsche, S. Freud). Hoy es muy difícil comprender (nivel teórico) y vivir (nivel práctico) está virtud en un mundo en el que el hombre tiene una estima exagerada de sí, en una búsqueda continua de autoafirmación. El anhelo atávico de la autosuficiencia y de la autonomía personal, favorecidos hoy por la técnica, ha llevado a muchos a adoptar una actitud de independencia de todo y de todos, incluso de Dios, y a excluir del propio horizonte la virtud de la humildad. La negación de la humildad no se da sólo en el individualismo existencialista, sino también en el colectivo fascista de ayer y marxista de hoy, donde la persona no es considerada más que como parte de un todo. Una exposición sobre la humildad moral es ipso facto un discurso sobre el hombre (antropológico), sobre Dios (teológico) y sobre la relación entre Dios y el hombre (histórico salvífico). El hombre de hoy se pregunta por qué debe someterse como sus antepasados, por qué debe ser humilde con el prójimo si no es inferior a él en dignidad, y qué significa, en definitiva, ser humilde.

II. ASPECTO HISTÓRICO

LA HUMILDAD EN EL MUNDO GRECORROMANO. La moral de los griegos, desde Sócrates en adelante, se basaba en el principio "conócete a ti mismo", escrito en el templo de Delfos. En la interpretación délfica, esto significaba: "recuerda que eres mortal, y no un dios", mientras que la interpretación socrática era de carácter moral: conciencia del propio ser nada ético, del propio deficere, de ser insuficiente (N. HARTMANN Ética, 2,227). Para Aristóteles, el hombre tiene una función en el mundo según sus dotes; si en virtud de ellas tiende a las cosas grandes, es magnánimo; si a las pequeñas es modesto (Eth. IV, 7,1123b,4). Platón, al exigir del hombre que se conformara a las leyes de la justicia (Leg., 4,716) o al orden preexistente de la razón (Teet.,191a), en cierto modo enseñaba la humildad. El mundo griego no tenía el concepto de un Dios creador y trascendente; por eso no podía conocer la humildad respecto a Dios. Los mismos estoicos, que aconsejaban la modestia, la paciencia, el autodominio, no tomaban en consideración la humildad respecto a Dios, debido a su visión panteísta dei mundo (B. HÁRING, La ley de Cristo III, 78). Los Padres orientales (Orígenes y Juan Crisóstomo) descubren en los escritos de los filósofos referencias a la virtud de la humildad, mientras que los Padres occidentales (Agustín y Jerónimo), al insistir en la índole específicamente cristiana de esta virtud, no la advierten (P. ADNÉS, Humilté, 1152). Luego, en el medievo, san Alberto y santo Tomás la descubrirán en los escritos de Aristóteles y de Cicerón (S. Th., II-II, q. 161, a. 4).


III. SENTIDO TEOLÓGICO DE LA HUMILDAD. 

a) Humildad y justificación. En la historia del cristianismo han sido dos las posiciones respecto a la relación entre la humildad y la gracia de la justificación: la humildad es conditio sine qua non de la justificación (1Pe 5,5: "Dios se enfrenta a los soberbios, pero da su gracia a los humildes"); la humildad es fruto de la justificación. La primera posición está representada generalmente por los Padres y por la teología católica; la segunda, por la teología protestante. La humildad, según la concepción católica, le permite al hombre abrirse a la acción de Dios; es el fundamento removens prohibens de la justificación (S.Th., II-II, q. 161, a. 5, ad 2). Para la teología protestante, en cambio, la gracia está en la base de todas las virtudes, y por consecuencia la humildad es su efecto y expresión vital (KARL-HEINZ ZUR MÜHLEN, Demut, 476). La conciliación de estas dos tendencias se encuentra en san Pablo: "Pues es Dios el que obra en vosotros el querer y el obrar según su voluntad" (Flp 2,13). Por eso lo que santo Tomás dice de la humildad como predisposición del hombre a tener acceso a los bienes espirituales y divinos y como virtud infusa, se debe encuadrar en la perspectiva unitaria del orden de la salvación (a. 5, ad 4). Existe la humildad inicial como condición y predisposición (es la actitud del publicano) suscitada por la gracia divina, o al menos por la gracia actual; y existe la humildad perfecta como efecto y resultado de la gracia.

b) Humildad y virtudes teologales. La relación entre la humildad y las /virtudes teologales es similar a la que existe entre la humildad y la gracia de justificación. Tanto en los Padres como en los teólogos modernos, las mismas expresiones designan también la relación humildad-virtud teologal; la primera es fruto de las segundas, y también condición y fundamento de todas las virtudes. Tal relación no impide, sin embargo, que exista una dialéctica, sobre todo entre humildad y virtudes teologales, por una parte, y elemento "divino" y elemento "humano" en las virtudes, por otra. Lo mismo para san Agustín que para san Buenaventura (y luego para la teología protestante), la humildad se funda en la fe (De perfectione vitae II). Para B. Háring, la humildad es expresión de fe, esperanza y caridad por una parte, y condición suya por otra (La ley de Cristo III, 82-89). A1 principio, el humilde acepta la ley que Dios le ofrece por medio de la fe, la confianza en la ayuda divina por medio de la esperanza y la unión con Dios por medio de la caridad; pero luego la plenitud y la madurez de las virtudes teologales hacen brotar la perfecta humildad.

c) Humildad y espíritu de perdón. Uno de los actos de humildad, como se ha dicho anteriormente, es pedir perdón y perdonar. Ejemplos de ello son el hilo pródigo de la parábola evangélica, que, al volver a casa, se dirige al padre con estas palabras: "He pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo" (Lc 15,21), y el publicano que dice: "Oh Dios, ten compasión de mí, pecador" (Lc 18,13). La oración del publicano se inspira en el Sal 51: "Ten compasión, oh Dios, cancela mi pecado"; y: "un corazón contrito y humillado, tú, oh Dios, no lo desprecias" (vv. 9 y 19). Así como el hombre cae en pecado a causa de su soberbia, así se eleva por medio de la humildad (G. CASIANO, Institutiones XII, 8,1: SC 109,460). La actitud humilde, el reconocimiento de ser pecador y la confianza en la ayuda de Dios son ya causados por la gracia, al menos actual; pero el mérito del hijo pródigo y del publicano consiste en haber secundado la obra de la gracia, dejándose guiar por ella hasta lograr el perdón de los pecados, la infusión de la gracia habitual y la plenitud de la verdadera virtud cristiana de la humildad.

d) Humildad obediente. La experiencia de la dependencia de los otros (padres, maestros, superiores de cualquier clase) jalona cada uno de los momentos de nuestra vida. Así llega el hombre a la conclusión de que "no es Dios ni es como Dios" (J. PIEPER,Sulla temperanza, 90). Pero en su vida hay sitio para la dependencia obediente, que -según santo Tomás- brota de la sumisión a Dios (S.Th., II-11, q. 161, a. 3, ad 1). Por eso la obediencia a los otros no ha de ser fruto solamente de los vínculos sociales, sino que debe originarse de la dependencia de Dios y del amor al Señor (I Pe 2,13).

e) Humildad y moral social. La persona humilde siente la responsabilidad hacia la comunidad y el bien común. "La profunda y rápida transformación de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista" (GS 30). El humilde no puede ser ni esclavo del mundo, envileciendo su dignidad y abdicando de su grandeza (JUAN PABLO II, Redemptor hominis, 16), ni tirano arrogante e insensible a las exigencias del equilibrio natural del mundo; debe esforzarse por ser humilde administrador en nombre de Dios, que es el único señor de todos y de todo lo creado (Gén 1,28). El hombre forma parte del mundo, y al mismo tiempo, lo trasciende; por tanto, la superioridad que le permite someter la naturaleza para satisfacer sus necesidades no le consiente despreciarla y explotarla indiscriminadamente. La humildad como espíritu de entrega y de servicio empuja al hombre a combatir los males de la condición humana de cualquier tipo: económicos, políticos, culturales, nacionales e internacionales, y no le permite permanecer pasivo e inoperante. Así pues, aun siendo la humildad una realidad moral de la persona, están ligadas a ella responsabilidades sociales y comunitarias que no pueden quedar desatendidas (RADLER, DemutEtisch, 486).